EL JOVENCITO FRANKENSTEIN (1974)
Mel Brooks resucita al monstruo
En 1974, cuando el cine de terror clásico de la Universal ya era considerado material de culto y se reponía en televisión o en ciclos retrospectivos, el director Mel Brooks y el actor Gene Wilder decidieron rendirle un homenaje paródico que acabaría siendo, paradójicamente, una de las recreaciones más fieles y respetuosas del mito de Frankenstein. El resultado fue El jovencito Frankenstein (Young Frankenstein), una comedia en blanco y negro rodada como si fuera una película de los años 30, pero con la chispa irreverente del humor de Brooks.
La idea nació del propio Wilder, gran amante del cine clásico, que escribió el guion junto a Brooks. Wilder tenía claro que no quería una parodia burda, sino una recreación cariñosa y cuidada, que respetara las atmósferas góticas de James Whale y al mismo tiempo jugara con ellas desde el absurdo. Mel Brooks aceptó el reto y se volcó en rodar con los mismos métodos de la Universal: escenarios góticos, música sinfónica, iluminación expresionista y, sobre todo, el uso de material original del laboratorio diseñado por Kenneth Strickfaden para Frankenstein (1931).
El resultado fue un fenómeno. El jovencito Frankenstein no solo parodiaba, sino que revitalizaba la mitología del monstruo para toda una nueva generación de espectadores en los años 70. Su combinación de humor inteligente, guiños cinéfilos y respeto absoluto al original la convirtieron en una obra maestra de la comedia y, a la vez, en una pieza esencial dentro de la historia del mito de Frankenstein.
Lo extraordinario es que, aunque el tono es cómico, la película funciona también como una verdadera película de Frankenstein, con atmósfera gótica, personajes memorables y un monstruo que, igual que en 1931, es a la vez aterrador y entrañable. Brooks y Wilder comprendieron que la clave estaba en reírse con el monstruo, no de él.
Hoy, El jovencito Frankenstein es considerada una de las mejores comedias de todos los tiempos y, al mismo tiempo, uno de los mejores homenajes jamás hechos a un clásico del cine de terror.
Argumento
El nieto del doctor
La historia arranca en América. El profesor Frederick Frankenstein (Gene Wilder), nieto del célebre barón Victor Frankenstein, reniega de su apellido, al que pronuncia “Fronkonstin”, intentando desmarcarse de la “locura” de su abuelo. Escéptico y racional, enseña medicina en una universidad, burlándose de las teorías sobre resucitar muertos.
Pero todo cambia cuando recibe la herencia de su abuelo en Transilvania. Decide viajar para hacerse cargo del castillo familiar.
Llegada al castillo
En la estación lo recibe el jorobado Igor (Marty Feldman), con joroba cambiante y mirada estrábica, que será su ayudante. Junto a él conoce a Inga (Teri Garr), su asistente, y a la siniestra ama de llaves Frau Blücher (Cloris Leachman), cuyo nombre provoca que los caballos relinchen de terror cada vez que se menciona.
Ya en el castillo, Frederick descubre el laboratorio oculto de su abuelo, intacto desde los experimentos originales. Allí encuentra los cuadernos donde se describe cómo dar vida a un cadáver. La tentación es irresistible: decide continuar el trabajo.
El experimento
Frederick y sus ayudantes roban un cadáver para construir una nueva criatura. Igor debía robar un cerebro normal, pero por error (y comicidad) roba uno etiquetado como “Abnormal”. El resultado será desastroso.
Durante una tormenta, repiten el ritual clásico: elevan la camilla, los rayos golpean el cuerpo y Frederick grita: “¡Está vivo! ¡Está vivo!”. El monstruo (Peter Boyle) abre los ojos.
El monstruo descontrolado
La criatura escapa del laboratorio y protagoniza escenas que parodian al film de 1931: su encuentro con una niña (a la que lanza por un columpio en lugar de al agua), o con un anciano ciego (Gene Hackman en cameo), que intenta darle hospitalidad pero termina quemándolo accidentalmente con sopa y puros.
Mientras tanto, el pueblo sospecha que algo extraño ocurre en el castillo. El inspector Kemp, parodia de los típicos villanos con brazo ortopédico, lidera a los aldeanos en su vigilancia.
La comedia musical
En un intento de demostrar que el monstruo puede ser civilizado, Frederick organiza una velada teatral. Él y la criatura aparecen en escena interpretando un número musical: “Puttin’ on the Ritz”. Es uno de los momentos más célebres de la película, donde la parodia alcanza su clímax entre lo absurdo y lo brillante.
Pero la criatura se descontrola ante las luces y es perseguida por la turba. Capturada, sufre el mismo destino que en 1931: los aldeanos lo encadenan.
Final y redención
Frederick decide salvar al monstruo transfiriéndole parte de su intelecto mediante un nuevo experimento. El plan funciona: la criatura adquiere sensibilidad, se enamora de Inga y se convierte en un ser más humano.
En un giro cómico final, se casan dos parejas: Frederick con Inga y el monstruo con Elizabeth (Madeline Kahn), la prometida de Frederick que llega al castillo demasiado tarde y termina enamorada del coloso.
La última broma es que, gracias a la transferencia cerebral, el monstruo ha heredado también un rasgo “especial” que hace muy feliz a Elizabeth.
Recepción y censura
Estrenada en diciembre de 1974, El jovencito Frankenstein fue un éxito inmediato de taquilla y crítica. Recaudó más de 80 millones de dólares, convirtiéndose en uno de los mayores éxitos de Mel Brooks.
La crítica destacó que, a diferencia de otras parodias, la película respetaba el estilo visual y el espíritu de los originales de Universal. Su rodaje en blanco y negro, su ambientación gótica y el uso del laboratorio original le daban un aire auténtico que la distinguía.
No sufrió problemas de censura, aunque en algunos países se recortaron chistes de carácter sexual.
Con el tiempo, fue nominada a los Óscar al mejor guion adaptado y al mejor sonido. Hoy aparece en casi todas las listas de mejores comedias de la historia del cine.
Análisis temático
Aunque es comedia, El jovencito Frankenstein aborda temas similares al clásico de 1931:
-
La herencia del pasado: Frederick quiere escapar del legado de su abuelo, pero acaba aceptando su destino.
-
La inocencia del monstruo: la criatura vuelve a ser víctima de errores ajenos, más que villano.
-
La parodia como homenaje: Brooks demuestra que la risa puede convivir con el respeto.
-
El estilo clásico: el expresionismo visual, los decorados y el blanco y negro refuerzan el vínculo con el mito original.
Curiosidades
-
Gene Wilder coescribió el guion y puso como condición a Mel Brooks que no apareciera en pantalla (para evitar romper el tono de época).
-
El material de laboratorio que aparece es el mismo creado por Kenneth Strickfaden para Frankenstein (1931).
-
El cameo del anciano ciego fue interpretado por Gene Hackman, gran amigo de Wilder.
-
Mel Brooks decidió rodarla en blanco y negro, pese a la resistencia de los estudios.
-
Marty Feldman improvisó gran parte de los gags de Igor, incluida la broma de la joroba que cambia de lugar.
Restauraciones y ediciones
-
Desde su estreno, se ha mantenido intacta.
-
Editada en VHS en los 80, DVD en 2000 y Blu-ray en 2008.
-
En 2014, con motivo de su 40 aniversario, fue restaurada en alta definición.
-
Actualmente disponible en ediciones Blu-ray y streaming con extras y comentarios.
Herencia cultural
-
Influencias: abrió el camino a parodias posteriores del cine clásico, pero pocas con tanto respeto.
-
Cultura popular: la frase “¡Está vivo!” reapareció en tono cómico gracias a esta película.
-
Musical: en 2007 se adaptó como musical de Broadway con canciones originales de Mel Brooks.
-
Legado: consolidó la unión entre cine de terror clásico y comedia moderna, demostrando que el mito de Frankenstein podía reinventarse.
Bibliografía y fuentes
-
Brooks, Mel. Young Frankenstein: The Story of the Making of the Film. Black Dog & Leventhal, 2007.
-
Skal, David J. The Monster Show. W.W. Norton, 1993.
-
Parish, James Robert. The MGM Stock Company: The Golden Era. Arlington, 1973.
-
Materiales de la 40th Anniversary Blu-ray Edition (2014).
-
Archivos de prensa: The New York Times, Variety (1974).
El jovencito Frankenstein no es simplemente una comedia que parodia los viejos clásicos del terror, sino una obra que logra una alquimia singular: reírse del mito mientras lo respeta, desmontar sus clichés mientras los revitaliza, y al mismo tiempo dialogar con más de cuarenta años de tradición cinematográfica. Mel Brooks y Gene Wilder comprendieron que el verdadero homenaje no estaba en imitar, sino en reinterpretar con ingenio. El resultado fue una película que, pese a su humor irreverente, respira auténtico amor por el cine de James Whale y la Universal.
Al verla hoy, lo que sorprende no es solo su comicidad, que sigue siendo fresca y efectiva, sino la solidez con que recrea la atmósfera del terror gótico. Brooks no se conformó con una parodia rápida: rodó en blanco y negro, empleó la iluminación expresionista propia del cine de los años treinta, e incluso rescató los artilugios originales del laboratorio de 1931. Esa decisión estética convierte la película en una rareza dentro del Hollywood de los setenta, un gesto de fidelidad que la eleva más allá de la comedia convencional.
El monstruo interpretado por Peter Boyle conserva la esencia trágica de Karloff, pero transformada en figura cómica. Su torpeza, su vulnerabilidad y sus momentos absurdos —desde el número musical “Puttin’ on the Ritz” hasta la boda final— muestran que, incluso en la risa, el monstruo sigue siendo reflejo de lo humano. El film recuerda que lo ridículo y lo sublime no son opuestos, sino facetas de la misma criatura.
El impacto de El jovencito Frankenstein fue doble: por un lado, rescató para toda una generación la iconografía de los monstruos clásicos, que en los setenta parecían relegados a reposiciones televisivas; por otro, demostró que la comedia podía ser un vehículo para preservar y transmitir el patrimonio fílmico. Muchos espectadores conocieron por primera vez el mito de Frankenstein gracias a esta película, y de ahí se interesaron por el original de 1931 o por La novia de Frankenstein.
Hoy, casi medio siglo después, la película mantiene intacto su poder de fascinación. Es un ejemplo de cómo la cultura popular reinterpreta sus mitos, adaptándolos a nuevas sensibilidades sin perder su fuerza original. El jovencito Frankenstein nos recuerda que los monstruos clásicos son eternos, porque pueden ser temidos, compadecidos… y también amados a través de la risa.
Al final, Mel Brooks y Gene Wilder lograron lo imposible: darle nueva vida al monstruo, no desde la electricidad de un rayo, sino desde la chispa de la comedia. Y esa chispa, como el fuego que aterra al monstruo original, nunca se apaga. Si Frankenstein (1931) dio forma al mito y La novia de Frankenstein (1935) lo llevó a la cumbre del arte gótico, El jovencito Frankenstein lo revitalizó desde el humor, asegurando que la criatura siguiera viva en la cultura popular del siglo XX.
La película en imágenes
Ficha técnica
Título original: Young Frankenstein
Título en español: El jovencito Frankenstein
Año de estreno: 1974
País: Estados Unidos
Productora: 20th Century Fox
Director: Mel Brooks
Guion: Mel Brooks y Gene Wilder (basado libremente en la novela Frankenstein de Mary Shelley)
Fotografía: Gerald Hirschfeld (blanco y negro)
Música: John Morris
Montaje: John C. Howard
Duración: 106 minutos
Estreno: 15 de diciembre de 1974 (EE. UU.)
Reparto principal
Gene Wilder – Dr. Frederick Frankenstein
Peter Boyle – El Monstruo
Marty Feldman – Igor
Teri Garr – Inga
Cloris Leachman – Frau Blücher
Madeline Kahn – Elizabeth
Kenneth Mars – Inspector Kemp
Gene Hackman – El ciego