LA ISLA DEL DOCTOR MOREAU (1977)
El horror de la ciencia prohibida
En 1977, cuando el cine fantástico exploraba tanto la brutalidad (La matanza de Texas, La profecía) como los efectos espectaculares (Star Wars, Encuentros en la tercera fase), llegó a las pantallas una película que recuperaba un clásico literario del siglo XIX: La isla del doctor Moreau, de H. G. Wells.
La novela de 1896, pionera en el cuestionamiento ético de la ciencia, planteaba un tema que resonaba con fuerza en la década de los 70: ¿hasta dónde puede llegar el hombre al manipular la naturaleza? En plena era de experimentos genéticos y debates sobre clonación y bioética, la historia del científico que transforma animales en hombres mediante vivisección parecía tan vigente como nunca.
La versión de Don Taylor —coproducción angloestadounidense con Burt Lancaster y Michael York al frente— no fue la primera adaptación cinematográfica. Ya en 1932 la Paramount había sorprendido con La isla de las almas perdidas (Island of Lost Souls), obra maestra del terror pre-code con Charles Laughton y Bela Lugosi. Pero la versión de 1977 buscaba traer de nuevo la fábula a la gran pantalla con un enfoque más aventurero, un rodaje a todo color y un reparto de estrellas.
El resultado fue un film que, aunque irregular y algo eclipsado por otros títulos de la época, sigue siendo hoy una pieza clave del cine fantástico setentero, mezcla de exotismo, crueldad y reflexión moral.
ARGUMENTO
El naufragio
Andrew Braddock (Michael York), un joven ingeniero británico, naufraga en el Pacífico tras una tormenta. Es rescatado por un barco y llevado a una isla apartada. Allí conoce a Montgomery (Nigel Davenport), un hombre ambiguo que lo conduce a la mansión del enigmático doctor Moreau.
El encuentro con Moreau
En la residencia, Braddock descubre a Moreau (Burt Lancaster), un científico elegante, refinado, pero con una mirada fría y calculadora. Junto a él vive María (Barbara Carrera), una bella joven mestiza que parece la única mujer de la isla.
La isla y sus secretos
Poco a poco, Braddock percibe que algo extraño ocurre. Extraños seres se ocultan en la jungla: criaturas deformes, mitad hombre y mitad animal. Montgomery insinúa que se trata de experimentos fallidos.
La ley de la bestia
Braddock descubre que Moreau dirige a esos seres como si fueran un pueblo primitivo. Les impone reglas —“no caminarás a cuatro patas, no comerás carne, no derramarás sangre”— que los hombres-bestia repiten en ceremonias rituales. Los castigos por desobedecer son brutales.
El laboratorio del horror
La revelación llega cuando Braddock descubre el laboratorio. Allí, Moreau practica operaciones quirúrgicas y vivisecciones con animales para transformarlos en híbridos. Su objetivo es crear una nueva humanidad surgida de la bestia. Braddock, horrorizado, comprende que está prisionero de un científico que se cree dios.
El romance y la amenaza
Mientras tanto, Braddock se enamora de María, sin saber que ella misma es fruto de los experimentos de Moreau. Su destino está ligado a la isla. La tensión aumenta cuando varios hombres-bestia comienzan a rebelarse contra las leyes del doctor.
El estallido final
La violencia estalla cuando Braddock intenta escapar. Los hombres-bestia se sublevan contra Moreau, cansados de sus torturas. El científico muere víctima de sus propias criaturas, que lo reconocen ya no como dios, sino como un tirano.
Epílogo
Braddock y María logran huir en un bote. Mientras se alejan, la cámara muestra la isla en ruinas, convertida en un lugar maldito donde la ciencia y la crueldad humana se confundieron hasta destruirse.
PRODUCCIÓN
El director
Don Taylor, conocido sobre todo como actor en los años 40 y 50 y más tarde como director de títulos como La fuga de Logan (episodios televisivos), fue elegido para llevar a cabo la producción. Su estilo era más funcional que autoral, lo que dio como resultado un film clásico en su narración, pero sin el riesgo estético de la versión de 1932.
El reparto
-
Burt Lancaster interpretó a Moreau con una mezcla de autoridad y elegancia. Su Moreau es menos grotesco que el de Laughton en 1932, pero igualmente perturbador: un hombre que cree sinceramente en el derecho de experimentar sin límites.
-
Michael York, tras el éxito de La fuga de Logan (1976), encarnó a Braddock como héroe moral, un hombre común atrapado en un mundo cruel.
-
Barbara Carrera, actriz de origen nicaragüense, aportó exotismo y sensualidad como María, la criatura híbrida que despierta el deseo y la compasión de Braddock.
-
Nigel Davenport dio vida a Montgomery, el ayudante alcohólico y ambiguo.
Rodaje
La película se filmó en localizaciones tropicales, lo que le dio un aire exótico pero también dificultó la producción. El calor y las condiciones climáticas complicaron el trabajo con el maquillaje prostético de los hombres-bestia.
Efectos y maquillaje
Los maquillajes, supervisados por John Chambers (el mismo de El planeta de los simios), resultaron convincentes aunque algo menos sofisticados que los de la saga simia. Aun así, el resultado dio a la película un aire entre lo inquietante y lo pulp.
ANÁLISIS TEMÁTICO
Ciencia sin moral
La figura de Moreau encarna el miedo al científico que se cree por encima del bien y del mal. En los años 70, con debates sobre clonación, manipulación genética y armas biológicas, la historia tenía una vigencia renovada.
El hombre y la bestia
La película plantea la frontera difusa entre lo humano y lo animal. Los hombres-bestia no son solo monstruos: sufren, desean, se rebelan. La crueldad de Moreau es presentarlos como objetos de laboratorio, negándoles dignidad.
El mito colonial
El film conserva un trasfondo colonialista: la isla exótica, los “nativos” bestializados, el científico europeo que los domina. En la década de los 70, estas lecturas se volvieron aún más incómodas, lo que añade capas de interpretación.
Erotismo y ambigüedad
La relación de Braddock con María introduce una dimensión erótica: la criatura híbrida es a la vez deseo y tabú, un símbolo de lo prohibido.
RECEPCIÓN Y LEGADO
Estreno y crítica
La película tuvo un recibimiento tibio. Estrenada en 1977, quedó eclipsada por gigantes como Star Wars. La crítica la consideró una versión correcta pero inferior a la de 1932, demasiado académica y carente de riesgo.
Valor con el tiempo
Hoy, la película se revaloriza como ejemplo del cine fantástico setentero: una producción intermedia entre la serie B y el gran espectáculo, con un reparto estelar y un aire exótico que la convierte en rareza dentro del género.
Comparaciones
-
Frente a La isla de las almas perdidas (1932), resulta menos atrevida en su atmósfera y en su crítica a la moralidad.
-
Frente al remake de 1996 (con Marlon Brando y Val Kilmer), es mucho más coherente y apreciada por los fans, que ven en ella la última versión “seria” del mito antes del caos.
CURIOSIDADES
-
Burt Lancaster participó en la reescritura de varios diálogos de Moreau, suavizando su carácter pero dándole un aire más filosófico.
-
Michael York declaró que el rodaje fue físicamente agotador, con trajes de maquillaje que sofocaban a los actores durante horas bajo el calor tropical.
-
John Chambers, el maestro de maquillaje, recibió elogios por las criaturas, aunque confesó que el presupuesto limitó el detalle que pudo lograr.
-
El guion original era más oscuro, con un final más pesimista, pero se optó por una conclusión con escape romántico para atraer al público general.
CONCLUSIÓN
La versión de La isla del doctor Moreau de 1977 ocupa un lugar curioso en la historia del cine de terror y ciencia ficción. No alcanza el nivel mítico de La isla de las almas perdidas (1932) ni la experimentación radical del remake maldito de 1996, pero ofrece una lectura setentera de Wells, filtrada por la sensibilidad de la época: exotismo, aventura, reflexión moral y un toque de sensualidad.
Burt Lancaster dota a Moreau de una autoridad inquietante, un científico que no grita ni delira, sino que habla con calma sobre la inevitabilidad de sus experimentos, lo que lo hace aún más perturbador. Michael York es el héroe que canaliza la mirada del espectador, y Barbara Carrera aporta el elemento de misterio y deseo.
La película habla de lo que siempre ha preocupado al género: los límites de la ciencia, el poder de la naturaleza, la arrogancia humana. En plena década de los 70, cuando el cine de terror exploraba la religión (El exorcista), la violencia (La matanza de Texas) y la amenaza animal (Tiburón), La isla del doctor Moreau recuperaba el mito de la criatura híbrida y la figura del científico como villano, enlazando directamente con Frankenstein y abriendo un camino hacia los debates contemporáneos sobre genética y bioética.
Hoy, más de cuatro décadas después, se mantiene como una pieza que merece rescatarse: un relato clásico, con sabor pulp, que recuerda que cuando el hombre juega a ser dios, inevitablemente engendra monstruos.
LA PELÍCULA EN IMÁGENES
FICHA TÉCNICA
Título original: The Island of Dr. Moreau
Año: 1977
País: Estados Unidos
Duración: 99 min
Dirección: Don Taylor
Guion: Al Ramrus, John Herman Shaner (basado en la novela de H. G. Wells)
Producción: Samuel Z. Arkoff (American International Pictures)
Fotografía: Gerry Fisher
Música: Laurence Rosenthal
Reparto:
-
Burt Lancaster (Doctor Moreau)
-
Michael York (Andrew Braddock)
-
Barbara Carrera (María)
-
Nigel Davenport (Montgomery)
-
Richard Basehart (Sayer of the Law)
Estreno: 13 de julio de 1977 (EE. UU.)