LA SEMILLA DEL DIABLO (1968)
Maternidad, paranoia y horror en la América de los sesenta
En 1968, en plena agitación social y cultural, el cine de terror vivió una de sus revoluciones más profundas con el estreno de La semilla del diablo (Rosemary’s Baby), dirigida por Roman Polanski y producida por Robert Evans en los estudios Paramount. Adaptación de la novela homónima de Ira Levin, la película se convirtió rápidamente en un fenómeno de crítica y público, y marcó un antes y un después en la representación del mal en la gran pantalla.
Hasta entonces, el cine de terror estaba dominado por los monstruos clásicos de la Universal, las producciones góticas de la Hammer y los experimentos de serie B. Polanski, sin embargo, rompió con la tradición: llevó el horror al terreno cotidiano, al corazón de un apartamento de Manhattan, a la intimidad de un matrimonio joven. La película no mostraba castillos ni cementerios, sino pasillos estrechos, vecinos entrometidos y paredes delgadas. El monstruo no aparecía en pantalla: estaba en la mente, en la duda, en la sospecha.
La semilla del diablo es, en esencia, una obra sobre la paranoia y la pérdida de control. Una mujer embarazada, Rosemary, siente que su cuerpo y su vida están siendo manipulados por fuerzas oscuras que conspiran contra ella. Lo perturbador es que nadie la escucha, y su miedo se confunde con la histeria femenina, un estigma social muy presente en la época. Polanski logra un film que funciona a la vez como relato de terror satánico y como metáfora de la opresión de la mujer en la sociedad patriarcal de los años sesenta.
Su influencia fue inmensa: abrió las puertas al terror psicológico moderno, inspiró películas como El exorcista (1973) o El resplandor (1980), y sigue siendo hoy un referente del género.
Argumento
La trama sigue a Rosemary Woodhouse (Mia Farrow) y su marido Guy Woodhouse (John Cassavetes), un actor en busca de éxito, que se mudan a un elegante apartamento en el edificio Bramford de Nueva York, célebre por sus oscuros antecedentes de crímenes y leyendas.
Pronto entablan amistad con sus excéntricos vecinos, los Castevet, Roman y Minnie (Sidney Blackmer y Ruth Gordon), un matrimonio mayor, amable en apariencia, pero invasivo hasta la incomodidad. Rosemary percibe algo extraño en ellos, pero Guy, cada vez más cercano, parece fascinado por sus atenciones.
Cuando Rosemary queda embarazada tras una noche confusa en la que sueña que es violada por una criatura demoníaca mientras los vecinos observan un ritual satánico, comienza su calvario. Desde el inicio de la gestación, experimenta dolores insoportables, malestares persistentes y un creciente aislamiento. Todos, incluido su marido, minimizan sus quejas.
Aislada de sus amigos, controlada por el médico de confianza de los Castevet, Rosemary empieza a sospechar que hay una conspiración para robarle a su hijo. La tensión se incrementa con cada escena: la comida que le ofrecen, las visitas continuas, las hierbas extrañas que la obligan a tomar. Cuando su amiga Hutch muere en circunstancias sospechosas tras advertirle de los peligros del edificio, su paranoia se transforma en certeza.
En el clímax, Rosemary da a luz en condiciones turbias. Cree que su bebé ha muerto, pero descubre que ha sobrevivido… y que no es un niño normal. En la escena final, se enfrenta a la cuna rodeada de los vecinos, que celebran el nacimiento del hijo de Satán. La revelación se completa: Rosemary no soñaba, todo era real. Y sin embargo, en un giro ambiguo y perturbador, el instinto maternal triunfa: pese al horror, acaricia la cuna y acepta a su hijo.
Producción y rodaje
La novela de Ira Levin, publicada en 1967, fue un éxito inmediato. Paramount adquirió los derechos y encargó la adaptación a Roman Polanski, recién llegado de Europa tras el éxito de Repulsión (1965). Polanski, perfeccionista, se ciñó al texto original con fidelidad casi absoluta, trasladando al cine su tono ambivalente entre lo cotidiano y lo sobrenatural.
El casting fue decisivo. Mia Farrow, entonces conocida por la serie Peyton Place y su matrimonio con Frank Sinatra, fue elegida para interpretar a Rosemary. Su fragilidad física y su mirada inocente encajaban a la perfección con el personaje. El rodaje tensó su relación con Sinatra, que acabó en divorcio. John Cassavetes aportó a Guy un aire ambiguo, egoísta y calculador. Ruth Gordon, en el papel de Minnie Castevet, ganó el Óscar a Mejor Actriz Secundaria por su interpretación.
El rodaje tuvo lugar en Nueva York, con exteriores en el Edificio Dakota, cuya imponente fachada se convirtió en el rostro del Bramford. La elección del Dakota aportó un aire siniestro, reforzado años después por la tragedia del asesinato de John Lennon en 1980 en su entrada.
La música de Krzysztof Komeda contribuyó decisivamente al clima inquietante. Su tema principal, un arrullo infantil cantado por Mia Farrow, es a la vez dulce y perturbador, como si la inocencia escondiera el mal.
Estilo visual y atmósfera
Polanski construyó un film donde lo inquietante no surge de apariciones espectaculares, sino de la banalidad de lo cotidiano. Los pasillos, los muebles, las conversaciones triviales de los vecinos se cargan de amenaza. La cámara recurre con frecuencia a encuadres cerrados, a puertas entreabiertas, a planos largos que sugieren más de lo que muestran.
El director emplea el espacio del apartamento como metáfora del control: habitaciones pequeñas, techos bajos, ángulos opresivos. A menudo, los personajes hablan fuera de campo, lo que refuerza la sensación de intriga. El espectador comparte con Rosemary la angustia de no poder ver ni controlar lo que ocurre alrededor.
El color, sobrio, evita el exceso gótico y apuesta por tonos cálidos y realistas que contrastan con el trasfondo satánico. Es ese contraste lo que hace que la película sea aún más perturbadora: el mal no se esconde en castillos medievales, sino en la vida doméstica.
Personajes y actuaciones
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Rosemary Woodhouse (Mia Farrow): Su interpretación es el corazón de la película. Farrow dota al personaje de fragilidad y, al mismo tiempo, de una determinación creciente. Su delgadez extrema, real y provocada por la dieta durante el rodaje, subraya la vulnerabilidad del personaje.
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Guy Woodhouse (John Cassavetes): Ambicioso, débil y egoísta, sacrifica a su esposa y a su hijo por su carrera como actor. Representa la traición masculina y la complicidad con el patriarcado.
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Minnie Castevet (Ruth Gordon): Vecina invasiva, mezcla de comicidad y amenaza, que encarna la manipulación cotidiana. Su Óscar fue un reconocimiento al equilibrio entre lo grotesco y lo realista.
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Roman Castevet (Sidney Blackmer): El patriarca del aquelarre, carismático y ambiguo. Su presencia subraya la herencia diabólica que se transmite como tradición.
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El doctor Sapirstein (Ralph Bellamy): Figura de autoridad médica que niega la voz de Rosemary y refuerza la conspiración.
Temas y simbolismo
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Paranoia y control: la película explora cómo una mujer es manipulada por su entorno hasta perder toda autonomía.
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El cuerpo femenino como territorio de poder: Rosemary es vigilada, medicada, silenciada. Su embarazo ya no le pertenece.
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El mal como parte de lo cotidiano: los vecinos sonrientes, las visitas triviales, los rituales domésticos son la máscara del horror.
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La maternidad ambivalente: el instinto maternal de Rosemary triunfa sobre el horror: incluso el hijo del diablo merece amor.
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La ambigüedad entre locura y realidad: durante gran parte del film, el espectador duda de si Rosemary está paranoica o si sus sospechas son ciertas. Esa ambigüedad refuerza la tensión psicológica.
Recepción crítica
En 1968, La semilla del diablo fue un éxito inmediato. La crítica alabó su inteligencia y su atmósfera sofocante. Roger Ebert la describió como “una obra maestra del terror psicológico que redefine el género”. El público respondió con entusiasmo: recaudó más de 30 millones de dólares en taquilla, una cifra extraordinaria para la época.
La película obtuvo dos nominaciones al Óscar: Mejor Actriz Secundaria (Ruth Gordon, ganadora) y Mejor Guion Adaptado. La polémica por su contenido satánico aumentó su atractivo, en plena década marcada por el auge de las sectas, la contracultura y el miedo a lo oculto.
Legado e influencia
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Abrió el camino al terror psicológico contemporáneo, donde lo inquietante surge de lo familiar.
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Inspiró a El exorcista (1973), El resplandor (1980) y a gran parte del horror moderno.
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Introdujo en el cine la figura del hijo del diablo, que tendría larga descendencia en películas como La profecía (1976).
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Consolidó a Polanski en Hollywood, aunque su carrera se vería pronto marcada por la tragedia del asesinato de Sharon Tate en 1969.
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El edificio Dakota se convirtió en icono fílmico y en símbolo maldito tras el asesinato de John Lennon en 1980.
Curiosidades
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Mia Farrow rodó gran parte de las escenas con el divorcio de Frank Sinatra en pleno proceso. Él llegó a enviarle los papeles de separación al set de rodaje.
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El famoso corte de pelo de Rosemary, realizado por Vidal Sassoon, fue un acontecimiento cultural que marcó moda.
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La música de Komeda fue su última gran obra antes de morir en 1969 en un accidente misterioso.
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El rodaje incluyó escenas en interiores reales del Dakota, lo que contribuyó a su atmósfera opresiva.
Conclusión
La semilla del diablo no solo es una película de terror, es un retrato de la alienación femenina en un mundo patriarcal. Rosemary es sometida, silenciada y manipulada por todos los que la rodean: su marido, su médico, sus vecinos. La trama satánica funciona como metáfora de una sociedad que controla el cuerpo y la vida de la mujer, negándole la posibilidad de decidir sobre sí misma.
Pero lo más perturbador del film es su final: Rosemary, al ver al hijo del diablo, no lo rechaza. La maternidad se impone al horror, y en ese gesto ambiguo Polanski lanza una pregunta inquietante: ¿es el amor maternal más fuerte que el mal absoluto, o es precisamente esa aceptación lo que perpetúa la opresión?
Más de cincuenta años después, la película sigue siendo una obra maestra del terror moderno. Su vigencia radica en que no habla solo de brujería, sino de miedos universales: perder el control de nuestro propio cuerpo, ser silenciado, dudar de la propia cordura, no ser escuchado.
La semilla del diablo es un espejo incómodo de la condición humana y, al mismo tiempo, una pieza esencial en la evolución del cine de terror. El verdadero horror de Rosemary no fue dar a luz al hijo del diablo, sino descubrir que nunca tuvo control sobre su propia vida.
LA PELÍCULA EN IMÁGENES
Ficha técnica
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Título en español: La semilla del diablo
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Título original: Rosemary’s Baby
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Año de estreno: 1968
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País: Estados Unidos
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Director: Roman Polanski
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Guion: Roman Polanski, basado en la novela de Ira Levin
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Producción: William Castle, Robert Evans (Paramount Pictures)
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Fotografía: William A. Fraker
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Música: Krzysztof Komeda
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Duración: 137 min
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Reparto principal:
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Mia Farrow (Rosemary Woodhouse)
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John Cassavetes (Guy Woodhouse)
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Ruth Gordon (Minnie Castevet)
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Sidney Blackmer (Roman Castevet)
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Ralph Bellamy (Dr. Sapirstein)
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Maurice Evans, Patsy Kelly, Charles Grodin
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