EL HOMBRE DE LAS FIGURAS DE CERA (1924)
El expresionismo alemán en su carnaval de sombras y leyendas
El cine alemán de la República de Weimar dejó un legado extraordinario en el terreno del cine fantástico. Películas como El gabinete del doctor Caligari (1920), Nosferatu (1922) o El Golem (1920) marcaron la estética del expresionismo cinematográfico, con decorados distorsionados, sombras angulosas y atmósferas de pesadilla que reflejaban la inestabilidad política, social y psicológica de la Alemania de posguerra.
En 1924, Paul Leni, pintor, escenógrafo y director, llevó esta estética a un terreno singular con Das Wachsfigurenkabinett (El hombre de las figuras de cera). Leni, que poco después marcharía a Hollywood para dirigir la célebre El hombre que ríe (1928), concibió aquí una obra híbrida: mitad relato de antología fantástica, mitad experimento visual, con un marcado acento poético.
La película propone un dispositivo narrativo muy original para la época: un joven poeta es contratado para escribir historias que acompañen a las figuras de cera de un museo ambulante. Así, sus relatos dan vida a personajes históricos y legendarios —el califa Harún al-Raschid, Iván el Terrible y Jack el Destripador—, presentados como episodios sucesivos, con la estética expresionista como lenguaje común.
La idea de utilizar figuras de cera conecta con una obsesión muy del cine de terror de la época: el museo como espacio de lo macabro, donde lo inerte parece a punto de animarse. Décadas más tarde, títulos como Los crímenes del museo de cera (1933) o House of Wax (1953) continuarían esa tradición.
En El hombre de las figuras de cera, sin embargo, la trama no gira tanto en torno a la “vida real” de las figuras, sino a las fantasías que un narrador proyecta sobre ellas. Esto otorga a la película una dimensión meta-cinematográfica: lo que vemos son relatos dentro del relato, sueños dentro del sueño, todo envuelto en una atmósfera que difumina la frontera entre lo real y lo imaginario.
En su estreno, la película fue celebrada por su audacia estética, aunque algunos críticos la encontraron dispersa por su estructura episódica. Con el tiempo, sin embargo, se la ha reivindicado como una de las piezas clave del expresionismo tardío, y como el puente hacia la estética fantástica que Paul Leni desarrollaría en Hollywood.
Argumento
El museo de cera
Un joven poeta (interpretado por William Dieterle, futuro director en Hollywood) llega a un pequeño museo ambulante de figuras de cera. El propietario lo contrata para escribir historias que hagan más atractivas sus figuras. Entre ellas se encuentran Harún al-Raschid, Iván el Terrible y Jack el Destripador. El poeta se sienta frente a las estatuas y comienza a fabular. Cada historia que inventa se convierte en un episodio de la película.
Episodio I: Harún al-Raschid
En la Bagdad fantástica de Las mil y una noches, Harún al-Raschid (Emil Jannings) es un califa glotón, caprichoso y lascivo. Vive rodeado de riquezas, pero se obsesiona con la esposa de un humilde panadero. El califa decide seducirla, lo que provoca enredos cómicos y situaciones absurdas.
Este episodio tiene un tono de farsa orientalista, con decorados curvos, deformados, llenos de telas y arabescos. La comicidad grotesca de Jannings, con su gestualidad exagerada, marca la pauta de un relato más humorístico que trágico. Finalmente, el califa es ridiculizado y el panadero recupera a su mujer.
Episodio II: Iván el Terrible
El tono cambia radicalmente. En la corte del zar Iván el Terrible (Conrad Veidt), la tiranía y el miedo dominan la vida de los súbditos. Iván se presenta como un hombre paranoico, cruel, que disfruta contemplando el sufrimiento ajeno. Cuando sospecha que un boyardo conspira contra él, organiza una ejecución brutal, rodeada de símbolos religiosos retorcidos y atmósfera opresiva.
El episodio, rodado con decorados oscuros y geometrías aplastantes, es un ejemplo del expresionismo más puro. Veidt (famoso por El hombre que ríe y El gabinete del doctor Caligari) ofrece aquí una interpretación escalofriante, con su rostro anguloso y su mirada enloquecida. La conclusión del relato muestra a Iván contemplando cómo la muerte lo acecha: incluso los tiranos son vulnerables.
Episodio III: Jack el Destripador
El último relato es el más breve y, en cierto modo, el más perturbador. En un Londres nocturno y brumoso, Jack el Destripador (Werner Krauss, otro veterano de Caligari) acecha en las sombras. El poeta, protagonista de este relato, sueña que su amada es perseguida por el asesino. El episodio se convierte en una pesadilla onírica, con decorados abstractos, perspectivas imposibles y un montaje vertiginoso.
Jack aparece como una sombra gigantesca, casi demoníaca, que encarna el terror urbano moderno. Pero de pronto la pesadilla se disuelve: el poeta despierta en el museo, donde la figura de cera de Jack permanece inmóvil, siniestra pero inerte.
Epílogo
El poeta, agotado, contempla las figuras inmóviles. La frontera entre sus relatos y la realidad parece difuminarse. El film cierra con la sensación de que los personajes de cera guardan, en silencio, los secretos de las historias que acabamos de presenciar.
Recepción
En su estreno en Berlín en 1924, la película fue recibida con admiración por su audacia visual y su reparto de grandes estrellas del cine alemán. Sin embargo, algunos críticos consideraron que la estructura episódica restaba unidad narrativa.
No generó grandes problemas de censura, aunque el episodio de Jack el Destripador fue recortado en algunos países por su violencia implícita. En general, se valoró más como un experimento artístico que como un film de masas.
Con el paso del tiempo, su prestigio creció: hoy se considera una obra clave del expresionismo tardío, redescubierta gracias a la cinefilia de los años 60 y 70.
Análisis temático
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La ficción como espejo de la realidad: el poeta inventa historias, pero estas reflejan obsesiones universales: el poder, el miedo, la lujuria, la violencia.
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El museo como espacio macabro: las figuras de cera, inquietantes por naturaleza, simbolizan la frontera entre lo vivo y lo muerto.
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El expresionismo visual: decorados distorsionados, sombras exageradas, atmósferas irreales, todo en función de la subjetividad.
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Tono cambiante: de la comedia grotesca a la tragedia política, hasta el horror puro, el film experimenta con géneros.
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La anticipación del cine de antología: el formato de relatos enlazados inspira décadas después películas de episodios como Historias de terror o Creepshow.
Curiosidades
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Paul Leni fue también pintor y escenógrafo, lo que explica la riqueza plástica de la película.
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Emil Jannings (Harún al-Raschid) fue uno de los grandes actores del cine alemán, primer ganador del Óscar al mejor actor.
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Conrad Veidt (Iván) era una de las figuras más importantes del expresionismo; años más tarde huiría de Alemania y triunfaría en Hollywood.
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El episodio de Jack el Destripador está incompleto en algunas copias: se cree que hubo escenas perdidas en los años 30.
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William Dieterle, el poeta protagonista, acabaría en Hollywood como director de prestigio, responsable de El hombre que vendió su alma (1941).
Restauraciones
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Durante décadas la película circuló en copias incompletas.
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El episodio de Jack el Destripador se vio especialmente mutilado, y aún hoy se conserva de forma fragmentaria.
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Restauraciones en los años 90 y 2000 devolvieron parte de su esplendor, aunque no todo el metraje se ha recuperado.
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La versión más completa ronda los 83 minutos, frente a los 105 que habría tenido originalmente.
Herencia cultural
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Considerada precursora del cine de episodios de terror.
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Inspiró posteriores filmes de museos de cera, desde el clásico de Michael Curtiz Mystery of the Wax Museum (1933) hasta House of Wax (1953).
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Fue una de las películas que influyó directamente en la estética de la Hammer y en directores como Tim Burton o Guillermo del Toro.
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Es citada en libros de historia del cine como ejemplo de cómo el expresionismo exploraba no solo el horror, sino también lo cómico y lo político.
Bibliografía y fuentes
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Eisner, Lotte H. La pantalla demoníaca. Fondo de Cultura Económica, 1985.
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Kracauer, Siegfried. De Caligari a Hitler: una historia psicológica del cine alemán. Editorial Paidós, 1985.
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Skal, David J. The Monster Show. W.W. Norton, 1993.
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Archivos del Deutsche Kinemathek (Berlín).
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Programas de mano y críticas de estrenos en prensa alemana (1924).
Conclusión
El hombre de las figuras de cera es una película única, difícil de clasificar, pero fundamental en la evolución del cine fantástico. Paul Leni supo transformar un museo de cera en un espacio de pesadillas, donde la historia, la leyenda y la imaginación se entrecruzan.
Más que un film de terror en sentido estricto, es un poema visual sobre la capacidad del cine para dar vida a lo inerte. Los relatos del poeta no solo animan las figuras de cera: también dan forma a nuestros miedos colectivos. El poder corrupto, la tiranía sanguinaria y la violencia urbana aparecen aquí como máscaras, encarnadas en Harún, Iván y Jack.
Karloff o Lugosi necesitarían décadas después maquillajes monstruosos para asustar. Leni, en cambio, crea el horror con decorados pintados, sombras deformadas y rostros cargados de gestualidad. El miedo aquí es estético, psicológico, atmosférico.
Aunque fragmentaria en su conservación, la película sigue siendo hoy un testimonio fascinante de lo que fue el expresionismo alemán: un laboratorio de imágenes radicales que anticiparon gran parte del cine de género del siglo XX.
Al final, lo que queda es la idea poderosa de que las figuras de cera —como el propio cine— viven y respiran en la imaginación del espectador. Y, como las sombras del museo de Leni, nunca mueren del todo. Con El hombre de las figuras de cera, Paul Leni regaló al cine una fantasía expresionista que sigue brillando como una obra de arte inacabada, pero eterna.
LA PELÍCULA EN IMÁGENES
Ficha técnica
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Título original: Das Wachsfigurenkabinett
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Título en España: El hombre de las figuras de cera
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Año: 1924
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País: Alemania
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Dirección: Paul Leni, Leo Birinsky
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Guion: Henrik Galeen
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Fotografía: Helmar Lerski, Guido Seeber
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Reparto: Emil Jannings (Harún al-Raschid), Conrad Veidt (Iván el Terrible), Werner Krauss (Jack el Destripador), William Dieterle (el poeta), Olga Belajeff (la amada)
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Productora: Neumann-Filmproduktion
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Duración: 83 minutos (restaurada) / 105 minutos (original estimada)
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Estreno: 1924 (Alemania)