EL FANTASMA DE LA ÓPERA (1925)
“Beneath your mask, a face of death”
En 1925, Universal Pictures estrenó su producción más ambiciosa hasta entonces: una adaptación de la novela de Gaston Leroux que transformó la Ópera de París en un escenario de terror y tragedia. Con Lon Chaney como protagonista absoluto, The Phantom of the Opera fue mucho más que una película de terror: fue un espectáculo monumental que definió la estética del gótico en Hollywood y convirtió el rostro desencajado del fantasma en una de las imágenes más impactantes del cine mudo.
Universal busca un prestigio literario
En la década de 1920, Universal Pictures estaba consolidándose como uno de los grandes estudios de Hollywood, pero carecía del prestigio artístico de rivales como Paramount o MGM. Carl Laemmle, su fundador, buscaba elevar la reputación del estudio mediante superproducciones basadas en literatura europea.
La novela Le Fantôme de l’Opéra (1909) de Gaston Leroux era perfecta: gótica, romántica, con un ambiente exótico y a la vez moderno (la Ópera de París). La historia mezclaba misterio, melodrama y horror, elementos que garantizaban éxito.
Universal decidió no escatimar gastos: construyó en sus estudios de Hollywood una reproducción casi exacta de la Ópera Garnier de París, diseñada por Ben Carré, escenógrafo francés que había trabajado en el teatro real. Ese decorado, con el gran auditorio y los pasadizos subterráneos, se convirtió en uno de los escenarios más célebres de la historia del cine.
Lon Chaney: el hombre de las mil caras
El proyecto estaba asegurado gracias a la presencia de Lon Chaney, la mayor estrella del cine de terror mudo. Famoso por diseñar él mismo sus caracterizaciones, Chaney había deslumbrado en The Hunchback of Notre Dame (1923). En El fantasma de la ópera, llevó su talento al límite.
El maquillaje
Chaney se encargó personalmente de transformarse en Erik, el Fantasma. Su método combinaba:
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Algodón, colodión y pintura grasa para deformar el rostro.
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Alambres para ensanchar las fosas nasales.
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Una prótesis dental que proyectaba la mandíbula hacia adelante.
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Peluca y pelada artificial.
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Maquillaje blanco cadavérico para acentuar la palidez.
El resultado fue un rostro cadavérico, con la nariz hundida, pómulos huesudos y ojos saltones. Chaney obligó a mantener el secreto: no permitió que se publicaran fotos del maquillaje antes del estreno. Cuando Christine arranca la máscara en la famosa escena del sótano, el público de 1925 gritó, se desmayó y hasta abandonó salas de proyección. Esa reacción convirtió al film en leyenda.
Dirección convulsa y rodaje caótico
La dirección oficial fue de Rupert Julian, pero las tensiones en el rodaje fueron constantes. Chaney chocaba con él y se dice que en algunas escenas se negó a ser dirigido, actuando directamente para la cámara. Diversos testimonios apuntan a que Edward Sedgwick y otros directores de Universal rodaron parte del metraje.
La película sufrió múltiples remontajes antes de su estreno definitivo. La primera versión, de más de 10 bobinas, fue proyectada en pruebas y recibió críticas negativas por su excesivo melodrama romántico. Universal recortó y reeditó la película varias veces, produciendo distintas versiones mudas y, más tarde, sonoras con música y efectos añadidos (1929).
El espectáculo visual
Más allá del maquillaje, The Phantom of the Opera impresionó al público por su puesta en escena monumental.
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La sala de la Ópera: decorado gigante construido a escala real, con capacidad para miles de extras. Fue reutilizado durante décadas por Universal y otros estudios.
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La escena del Bal Masqué: rodada en Technicolor a dos colores, muestra al Fantasma vestido de rojo como la Muerte en “La máscara de la muerte roja”. Es una de las secuencias más famosas del cine mudo en color.
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Los pasadizos subterráneos: con escaleras de caracol, lagos artificiales y mazmorras, crean una atmósfera de terror gótico.
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El clímax: la turba persigue al Fantasma hasta el Sena. Rodeado, Erik levanta un puño cerrado, finge tener un explosivo y muere linchado.
Terror y melodrama romántico
La película mezcla el horror gótico con un melodrama de triángulo amoroso. Christine se debate entre el poder hipnótico del Fantasma y el amor por Raoul. El personaje de Erik, aunque monstruoso, se presenta también como trágico: un genio incomprendido, deformado y condenado a la soledad.
Ese equilibrio entre horror y romanticismo convirtió al film en un referente del cine gótico y preludio de títulos posteriores como Drácula y Frankenstein.
Recepción y taquilla
En su estreno de 1925 en Nueva York, la película fue recibida con entusiasmo por el público, aunque algunas críticas señalaron su tono melodramático. Comercialmente, fue un éxito rotundo, convirtiéndose en una de las mayores recaudaciones de Universal en el periodo mudo. Consolidó la reputación de Chaney y aseguró la continuidad del terror como género rentable.
Censura y ediciones
Las distintas versiones generaron confusión durante décadas:
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Versión de 1925 (≈ 106 min).
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Reedición de 1929 con sonido sincronizado, diálogos añadidos y nuevas escenas filmadas con actores de doblaje.
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Versiones mutiladas en reestrenos internacionales.
No fue hasta las restauraciones de los años 70, 80 y especialmente las de los 90 y 2000 cuando se recuperó una copia lo más cercana posible a la original de 1925, combinando materiales de distintas procedencias.
Legado e influencia
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La caracterización de Chaney influyó directamente en el maquillaje de futuros monstruos de Universal.
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El decorado de la Ópera permaneció en los estudios durante décadas, reutilizado en múltiples producciones.
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Escenas como la del desenmascaramiento o el baile en Technicolor forman parte del canon del cine mudo.
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En 1998 fue seleccionada para el National Film Registry de la Biblioteca del Congreso de EE. UU. por su importancia histórica y cultural.
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Ha inspirado decenas de adaptaciones posteriores: desde la versión de Claude Rains (1943), pasando por Hammer (1962), hasta el célebre musical de Andrew Lloyd Webber (1986).
Fuentes y bibliografía básica
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Skal, David J.: The Monster Show. A Cultural History of Horror (1993).
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Parish, James Robert: The MGM Stock Company (1973).
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BFI (British Film Institute), ficha crítica de The Phantom of the Opera.
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Library of Congress: National Film Registry (1998).
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Universal Pictures: materiales de restauración y archivo.
El fantasma de la ópera (1925) es mucho más que una curiosidad del cine mudo: es la película que definió el terror gótico en Hollywood y que consolidó a Lon Chaney como mito del maquillaje y la actuación física. Su rostro desencajado, revelado en un instante inolvidable, sigue siendo una de las imágenes más perturbadoras del cine.
Si Nosferatu fue la sombra del vampiro y Frankenstein la tragedia de la ciencia, El fantasma de la ópera nos enseñó que el verdadero horror puede estar también en la pasión desbordada, en el amor no correspondido y en la soledad eterna bajo una máscara.
LA PELÍCULA EN IMÁGENES
Ficha técnica
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Título original: The Phantom of the Opera
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Año: 1925
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País: Estados Unidos
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Director: Rupert Julian (con secuencias rodadas también por Edward Sedgwick y posiblemente Ernst Laemmle y otros)
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Guion: Elliot J. Clawson, Tom Reed, Walter Anthony, Richard Wallace, basado en la novela homónima de Gaston Leroux (1909)
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Producción: Universal Pictures (Carl Laemmle)
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Fotografía: Milton Bridenbecker, Virgil Miller, Charles Van Enger
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Diseño de producción: Charles D. Hall, Ben Carré
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Maquillaje: Lon Chaney (autoaplicado)
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Reparto: Lon Chaney (Erik, el Fantasma), Mary Philbin (Christine Daaé), Norman Kerry (Raoul), Arthur Edmund Carewe (Ledoux), Gibson Gowland (Simon Buquet), Snitz Edwards (Florine Papillon)
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Duración: versión original ≈ 106 min; versiones posteriores entre 78–93 min (por remontajes y reediciones sonoras)
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Estreno: 5 de septiembre de 1925 (Nueva York)