EL FOTÓGRAFO DEL PÁNICO (1960)

La mirada que mata, el cine que se observa a sí mismo

El 7 de abril de 1960 se estrenaba en Londres una película destinada a ser una de las más polémicas y controvertidas de la historia del cine británico: El fotógrafo del pánico (Peeping Tom), dirigida por Michael Powell. Apenas unos meses después, el mundo conocería Psicosis de Alfred Hitchcock, y ambas cintas pasarían a la historia como el inicio del thriller psicológico moderno. Pero mientras la obra de Hitchcock triunfó entre crítica y público, la de Powell fue vilipendiada, tachada de repulsiva, inmoral y pornográfica. El rechazo fue tan unánime que la carrera del director, hasta entonces una de las más brillantes del cine británico, quedó destruida.

Lo que nadie sospechaba es que, décadas más tarde, El fotógrafo del pánico sería reivindicada como una de las películas más visionarias de la historia del cine, precursora del slasher, del giallo italiano, de los debates sobre voyeurismo cinematográfico y de la autorreflexión del cine sobre sí mismo.

Michael Powell, tras años de éxitos junto a Emeric Pressburger en su productora conjunta, The Archers (Las zapatillas rojas, Narciso negro, Los cuentos de Hoffmann), decidió emprender un camino más personal y arriesgado. Fascinado por la psicología del miedo y la relación entre el espectador y la pantalla, rodó una película incómoda, obsesiva, que convertía la cámara en un arma y al espectador en cómplice.

Si Psicosis mostraba un asesinato en la ducha como nunca antes se había visto, Peeping Tom hacía algo todavía más perturbador: nos obligaba a mirar a través de los ojos del asesino. Nos hacía sentir la atracción y la repulsión de ser voyeurs de la muerte. Y lo hacía en color, con una estética vibrante, que convertía el horror en algo luminoso y cotidiano.

Hoy, más de sesenta años después, El fotógrafo del pánico es un clásico indiscutible, una obra maestra incómoda que anticipó debates sobre cine, ética y espectador que todavía hoy siguen vigentes.


Argumento 

El protagonista es Mark Lewis (Karlheinz Böhm), un joven camarógrafo que trabaja en un estudio de cine, donde filma películas de bajo presupuesto, y que complementa sus ingresos retratando modelos eróticas. Vive solo en una pensión londinense, y bajo su aparente timidez y educación se esconde un psicópata obsesionado con filmar el miedo.

La película comienza con un asesinato en cámara subjetiva: vemos a través del objetivo de Mark cómo una prostituta es atacada en un callejón. Desde ese primer instante, Powell coloca al espectador en la mirada del asesino, haciéndolo partícipe del crimen.

Mark lleva consigo siempre su cámara, modificada con una lanza oculta en el trípode, con la que mata a sus víctimas mientras filma sus expresiones de terror. El acto del asesinato se convierte en acto de cine: el dolor, el miedo y la muerte son registrados en celuloide. Posteriormente, Mark proyecta en solitario sus películas macabras, reviviendo una y otra vez el instante del pánico.

Pronto conocemos su historia personal: de niño, Mark fue objeto de crueles experimentos psicológicos por parte de su padre, un frío científico que lo filmaba mientras lo sometía a situaciones aterradoras —como despertarlo con reptiles, exponerlo a cadáveres o grabar su llanto—. Esa infancia bajo la cámara lo condenó a una vida de obsesión, incapaz de desligar la mirada de la violencia.

La rutina de Mark se ve alterada cuando conoce a Helen Stephens (Anna Massey), una vecina de piso que muestra interés y compasión hacia él. Helen intuye que Mark es extraño, pero cree en su bondad. Cuando descubre parte de su material fílmico, queda horrorizada al comprender la magnitud de su obsesión.

El clímax llega cuando Mark, consciente de que no puede escapar de sí mismo, decide filmar su propia muerte. Se coloca frente a la cámara, prepara el trípode con la lanza mortal y se inmola mientras graba su rostro aterrado. El círculo se cierra: el voyeur se convierte en víctima de su propio dispositivo.


Producción y contexto

El guion fue escrito por Leo Marks, criptógrafo durante la Segunda Guerra Mundial, que volcó en la historia sus intereses por el control, la vigilancia y la psicología del miedo. Powell, fascinado por la idea, aceptó dirigirla como proyecto personal.

El rodaje se llevó a cabo en localizaciones de Londres, con bajo presupuesto y un equipo reducido. Karlheinz Böhm, conocido en Alemania por papeles románticos, fue la elección sorprendente para encarnar a Mark, aportando una mezcla inquietante de candidez y monstruosidad.

Powell buscó innovar en varios frentes:

  • Uso de la cámara subjetiva, que coloca al espectador en la piel del asesino.

  • Color intenso en contraste con el blanco y negro de Psicosis.

  • Inserción de escenas autorreflexivas: Mark proyectando sus películas, el cine como espejo del crimen.

El resultado fue tan radical que, al estrenarse, la crítica reaccionó con indignación. El Observer la calificó como “repugnante”, el Daily Express pidió su retirada inmediata y Powell fue prácticamente expulsado de la industria británica. Solo en los años 70, gracias a cineastas como Martin Scorsese, se redescubrió su verdadero valor.


Estilo visual y atmósfera

El fotógrafo del pánico es un tratado sobre la mirada. Cada plano está concebido para recordarnos que mirar es un acto de poder. La cámara de Mark no solo registra: penetra, hiere, mata.

El color, saturado y artificioso, confiere a la película un aire irreal. Londres aparece vibrante y nocturno, con apartamentos modestos y estudios decadentes que contrastan con los tonos vivos del Technicolor. Ese contraste entre sordidez y belleza intensifica el malestar.

La atmósfera es claustrofóbica. El espectador se siente atrapado en la mente de Mark, entre sus obsesiones, sus grabaciones y su compulsión por filmar. Cada asesinato no es solo un crimen, sino un ritual cinematográfico.


Personajes y actuaciones

  • Mark Lewis (Karlheinz Böhm): Su interpretación es la esencia del film. Böhm logra transmitir fragilidad y monstruosidad a la vez. Su Mark es tanto víctima de su padre como verdugo de mujeres inocentes.

  • Helen Stephens (Anna Massey): Vecina bondadosa que representa la compasión y la esperanza. Su relación con Mark ofrece el único resquicio de humanidad en la historia.

  • Mrs. Stephens (Maxine Audley): Madre de Helen, ciega pero perceptiva. Simboliza la “mirada verdadera”, la intuición que no depende de los ojos.

  • Vivian (Moira Shearer): Bailarina asesinada en una de las secuencias más icónicas, donde el arte de la danza se convierte en espectáculo de muerte.


Temas y simbolismo

  1. Voyeurismo y espectador: la película denuncia que el espectador de cine es, en cierto modo, un voyeur que disfruta observando sufrimiento en la pantalla.

  2. La cámara como arma: Powell convierte el dispositivo cinematográfico en instrumento de violencia literal.

  3. El trauma infantil: el padre de Mark lo condena a repetir el ciclo del miedo, planteando la relación entre psicología y monstruosidad.

  4. Metacine: el film habla del propio cine, del poder de la imagen para excitar, controlar y matar.

  5. Mujer como víctima: el film refleja tanto la cosificación de la mujer como la imposibilidad de escapar a su condición de objeto de deseo y horror.


Recepción crítica

En 1960, la prensa británica reaccionó con violencia:

  • Observer: “Repugnante y enfermiza, jamás debió haberse filmado”.

  • Daily Express: “Pornografía del asesinato”.

  • The Times: “Una obscenidad técnica”.

El público, desconcertado, la rechazó. Powell pasó de ser maestro del cine británico a ser marginado.

En los años 70, cineastas como Scorsese, Coppola o De Palma la reivindicaron. Scorsese la calificó de “una de las películas más brillantes sobre el acto de ver”, y colaboró en su restauración. Hoy es objeto de estudio en universidades y considerada precursora del slasher moderno.


Legado e influencia

  • Influencia directa en el giallo italiano de Mario Bava y Dario Argento.

  • Inspiración para Brian De Palma en Hermanas (1973) y Vestida para matar (1980).

  • Precedente del slasher, junto a Psicosis.

  • Debate académico sobre el papel del espectador: ¿somos cómplices al mirar violencia?

  • Revalorizada como una de las películas británicas más importantes del siglo XX.


Curiosidades

  • El guionista Leo Marks fue criptógrafo en la Segunda Guerra Mundial, especialista en códigos secretos.

  • Moira Shearer aceptó su papel como favor a Powell, pese a las críticas que ya rodeaban el proyecto.

  • La cámara usada por Mark fue diseñada especialmente para que su trípode ocultara la lanza mortal.

  • En una de las escenas, Michael Powell aparece como el padre de Mark, filmando al niño: un cameo que intensifica la autorreferencialidad.


Conclusión

El fotógrafo del pánico no es solo una película de terror psicológico: es un espejo del cine mismo. Convirtió al espectador en cómplice, obligándolo a cuestionar su fascinación por la violencia en pantalla. Fue demasiado adelantada a su tiempo: en 1960, la sociedad no estaba preparada para aceptar que el acto de ver podía ser tan violento como el acto representado.

Michael Powell pagó el precio más alto: su reputación destruida, su carrera arruinada. Pero su película sobrevivió, rescatada por una nueva generación que comprendió su audacia. Hoy sabemos que sin Peeping Tom no existirían muchos de los debates modernos sobre el cine, el voyeurismo y la ética del espectador.

Mark Lewis, filmando su propia muerte, resume la esencia de la obra: el cine nos muestra, nos fascina y nos destruye. La cámara no es inocente. La mirada nunca es neutral. Powell filmó la historia de un asesino con una cámara, y terminó retratando al espectador que nunca deja de mirar. 


LA PELÍCULA EN IMÁGENES


















Ficha técnica

  • Título en español: El fotógrafo del pánico

  • Título original: Peeping Tom

  • Año de estreno: 1960

  • País: Reino Unido

  • Director: Michael Powell

  • Guion: Leo Marks

  • Producción: Anglo-Amalgamated Film Distributors

  • Fotografía: Otto Heller

  • Música: Brian Easdale

  • Duración: 101 min

  • Reparto principal:

    • Karlheinz Böhm (Mark Lewis)

    • Anna Massey (Helen Stephens)

    • Maxine Audley (Mrs. Stephens)

    • Moira Shearer (Vivian)

    • Esmond Knight, Brenda Bruce, Miles Malleson