EL CARNAVAL DE LAS ALMAS (1962)
El fantasma independiente del terror americano
En el panorama del cine estadounidense de principios de los años 60, dominado por los grandes estudios y las producciones de terror más comerciales de la AIP (American International Pictures) y los ciclos de Roger Corman con Vincent Price, difícilmente podía esperarse que una película rodada por un director debutante, con actores desconocidos y un presupuesto ínfimo, pudiera dejar huella en la historia del cine.
Sin embargo, en 1962 se estrenó El carnaval de las almas (Carnival of Souls), dirigida por Herk Harvey, un realizador de documentales industriales que decidió, junto a su guionista John Clifford, lanzarse a rodar un largometraje de terror con apenas 30.000 dólares y un equipo técnico reducido. La película, filmada en Kansas y Utah, pasó prácticamente desapercibida en su estreno, distribuida en circuitos menores como complemento de sesiones dobles.
Con el tiempo, sin embargo, se convirtió en obra de culto. Redescubierta en los años 80 gracias a reposiciones televisivas y, posteriormente, reivindicada por críticos y cineastas, El carnaval de las almas se consolidó como una película única: un relato gótico moderno, marcado por la atmósfera inquietante, la extrañeza existencial y una estética que anticipa a David Lynch, George Romero y hasta Roman Polanski.
La película combina elementos del terror clásico con un aire onírico y surreal, en el que los espacios urbanos y desolados sustituyen a los castillos y cementerios góticos. Su protagonista femenina, Mary Henry (Candace Hilligoss), recorre un mundo cada vez más irreal, acosada por presencias fantasmales que solo ella percibe. El resultado es un film que no solo inquieta, sino que transmite una sensación de pesadilla diurna, de extrañamiento existencial, que lo hace único en la historia del género.
Argumento
El accidente en el puente
La película comienza con una carrera de coches entre un grupo de jóvenes. En un momento dado, uno de los vehículos se precipita desde un puente hacia un río. Mientras los rescatistas buscan a las víctimas, una joven, Mary Henry, emerge milagrosamente del agua, aturdida pero viva. Nadie comprende cómo ha sobrevivido.
El viaje hacia lo desconocido
Mary decide dejar atrás su ciudad natal y emprender un viaje hacia Utah, donde ha conseguido un trabajo como organista en una iglesia. Durante su trayecto, el espectador percibe que algo no va bien: Mary se muestra distante, como desconectada del mundo, incapaz de establecer vínculos emocionales.
En la carretera, su coche se cruza con un misterioso personaje pálido y cadavérico, interpretado por el propio director Herk Harvey, que la observa con una sonrisa perturbadora.
El hombre extraño
Instalada en una pensión, Mary comienza a sufrir episodios inquietantes. De pronto, las personas a su alrededor parecen no verla ni oírla: es como si estuviera temporalmente fuera del mundo de los vivos. Además, las apariciones del hombre pálido se intensifican: lo ve reflejado en escaparates, en la calle, en su propia habitación.
Un vecino, John Linden, intenta cortejarla, pero ella lo rechaza, incapaz de conectar. El sacerdote de la iglesia también se preocupa por su frialdad ante la música sacra: Mary toca el órgano con maestría, pero sin fe ni sentimiento.
El pabellón abandonado
Mary se siente irresistiblemente atraída por un antiguo pabellón de carnaval junto al lago, abandonado desde hace años. Lo visita en varias ocasiones, encontrando en él un eco misterioso que parece vincularla con lo sobrenatural. Allí tiene visiones de figuras pálidas bailando en un aquelarre espectral, presididas por el Hombre Pálido.
La revelación
Las apariciones se intensifican. Mary huye del pabellón, perseguida por los fantasmas, hasta que finalmente, en un clímax alucinante, es rodeada por la multitud de muertos danzantes que la arrastran hacia la oscuridad.
En la última escena, los rescatistas sacan del río el coche accidentado del principio: el cuerpo de Mary yace en su interior, junto al de los demás jóvenes. Todo lo ocurrido ha sido el tránsito de su alma atrapada entre la vida y la muerte.
Recepción y censura
En su estreno en 1962, El carnaval de las almas pasó casi inadvertida. Fue proyectada en sesiones dobles de autocines y cines de barrio, sin promoción ni reconocimiento crítico. Durante años se mantuvo como una rareza, apenas recordada fuera de algunos estados del medio oeste.
No sufrió censura, aunque su tono macabro y nihilista fue considerado poco comercial.
El redescubrimiento llegó en los años 80, cuando se emitió en televisión y fue reivindicada por críticos y cineastas como George A. Romero, que reconoció su influencia en La noche de los muertos vivientes (1968). Posteriormente, fue restaurada y editada en vídeo y DVD por la Criterion Collection, lo que consolidó su prestigio. Hoy se estudia como una de las joyas ocultas del cine de terror independiente.
Producción y rodaje
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Director: Herk Harvey, que venía de realizar más de 400 cortos y documentales industriales en Centron Corporation.
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Guion: John Clifford, también escritor de guiones industriales.
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Presupuesto: 30.000 dólares.
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Rodaje: apenas tres semanas, en localizaciones reales en Kansas (Lawrence) y Utah (Salt Lake City, el Saltair Pavilion).
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Fotografía: Maurice Prather, con un estilo casi documental que refuerza la sensación de realismo extraño.
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Reparto: Candace Hilligoss (Mary Henry), Sidney Berger (John Linden), Frances Feist (Sra. Thomas), Art Ellison (ministro), Herk Harvey (El Hombre Pálido).
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Música: Gene Moore, basada en improvisaciones de órgano, que crean una atmósfera hipnótica.
Análisis temático
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La muerte como tránsito: toda la película es el viaje del alma de Mary, atrapada entre la vida y la muerte.
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El extrañamiento existencial: Mary es incapaz de conectar con los demás; su aislamiento refleja la alienación moderna.
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El espacio como protagonista: el pabellón abandonado, el lago y los paisajes desiertos simbolizan el limbo entre mundos.
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Lo cotidiano como pesadilla: frente al gótico de Hammer o Universal, aquí el horror surge en gasolineras, pensiones y carreteras.
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El tiempo suspendido: las escenas en las que Mary es invisible para los demás evocan la fragilidad de la percepción de la realidad.
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La danza macabra: la visión de los muertos bailando en el pabellón remite a la tradición medieval de la danza de la muerte.
Curiosidades
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El pabellón de Saltair, donde se rodaron las escenas del carnaval abandonado, era un balneario real construido en 1893 en Utah, ya en decadencia en los años 60. Hoy solo quedan ruinas.
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Candace Hilligoss cobró apenas 2.000 dólares por su papel, pero su interpretación se convirtió en una de las más recordadas del cine de culto.
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Herk Harvey, el director, aparece como el Hombre Pálido, lo que añade un tono amateur inquietante.
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La película fue pionera en introducir un giro final en el que se revela que la protagonista estaba muerta desde el principio, recurso que inspiraría a títulos posteriores como El sexto sentido (1999).
Influencia en otros cineastas
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George A. Romero reconoció que El carnaval de las almas inspiró el tono de La noche de los muertos vivientes.
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David Lynch parece beber de su atmósfera onírica en Eraserhead (1977) y Twin Peaks.
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Roman Polanski y su Repulsión (1965) comparten con la película el tema de la mujer aislada y acosada por alucinaciones.
Reivindicación y legado
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En 1989 se realizó un remake fallido, con poco que ver con el original.
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En 1990, el BFI y Criterion la restauraron y comenzaron a incluirla en festivales de cine clásico.
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Hoy es una de las películas más analizadas en cursos de cine, considerada ejemplo de cómo el bajo presupuesto puede convertirse en virtud estilística.
Bibliografía y fuentes
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Skal, David J. The Monster Show: A Cultural History of Horror.
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Rigby, Jonathan. American Gothic.
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Ensayos de Film Comment y Sight & Sound sobre cine independiente americano.
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Documentales de Criterion Collection.
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Entrevistas a Herk Harvey y John Clifford.
Conclusión
El carnaval de las almas es una anomalía maravillosa dentro de la historia del cine de terror. Nacida de un proyecto improvisado, sin grandes medios ni estrellas, logró transmitir una atmósfera de pesadilla única, tan perturbadora como poética.
Su protagonista, Mary Henry, es a la vez víctima y espectro, atrapada en un tránsito existencial que refleja no solo la muerte, sino la incomunicación y el vacío moderno. Los escenarios desolados, el pabellón abandonado, las apariciones del Hombre Pálido y la danza final de los muertos conforman un relato que se sitúa en la frontera entre lo real y lo onírico.
Más allá de su valor como pieza de culto, la película demostró que el terror podía prescindir de los grandes estudios y encontrar en la independencia creativa una nueva fuerza expresiva. Su influencia se extiende hasta Romero, Lynch o Polanski, y su vigencia radica en que todavía hoy resulta inquietante y enigmática.
En un género a menudo marcado por fórmulas repetitivas, El carnaval de las almas es un recordatorio de que el terror también puede ser puro cine experimental, poesía de lo extraño. Y eso la convierte en una de las joyas imprescindibles del siglo XX. Una rareza independiente que pasó desapercibida en 1962 y que hoy se celebra como una obra de culto y una de las piezas más influyentes del terror moderno.
LA PELÍCULA EN IMÁGENES
Ficha técnica
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Título original: Carnival of Souls
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Título en España: El carnaval de las almas
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Año: 1962
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País: Estados Unidos
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Dirección: Herk Harvey
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Guion: John Clifford
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Fotografía: Maurice Prather
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Música: Gene Moore
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Reparto: Candace Hilligoss (Mary Henry), Sidney Berger (John Linden), Frances Feist (Sra. Thomas), Art Ellison (ministro), Herk Harvey (El Hombre Pálido)
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Productora: Harcourt Productions
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Duración: 78 min
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Estreno: septiembre de 1962 (EE. UU.)