GEORGES MÉLIÈS Y LOS MONSTRUOS EN EL NACIMIENTO DEL CINE
Un capítulo especial para entender los orígenes del cine fantástico. El mago que dio al cine sus primeros monstruos.
El cine, en sus primeros años, era un espectáculo de feria. A finales del siglo XIX, cuando los hermanos Lumière proyectaron sus primeras vistas, el público se maravillaba ante trenes que llegaban a la estación o trabajadores saliendo de una fábrica. Era el cine de atracciones, una ventana a la realidad cotidiana. Pero pronto alguien comprendió que aquel invento servía para algo más: para mostrar lo invisible, lo imposible, lo fantástico.
Ese alguien fue Georges Méliès (1861–1938), mago de profesión, propietario del teatro Robert-Houdin en París, y un hombre que vio en el cinematógrafo no solo una máquina de registrar, sino una máquina de soñar. Donde los Lumière filmaban la vida real, Méliès filmó lo irreal: transformaciones, desapariciones, demonios que surgían en una nube de humo, cabezas que crecían hasta ocupar toda la pantalla, dragones que devoraban doncellas.
En apenas veinte años de actividad, entre 1896 y 1913, Méliès dirigió más de 500 películas, muchas de ellas perdidas. Y aunque su fama proviene sobre todo de Le Voyage dans la Lune (1902), lo cierto es que gran parte de su obra está poblada por criaturas sobrenaturales: diablos, espectros, brujas, esqueletos, dragones y seres de otros mundos.
Esos monstruos primitivos no daban miedo como lo harían décadas después los vampiros de la Universal o los horrores expresionistas alemanes. Eran más cercanos al teatro de magia y al carnaval, pero sentaron las bases de un imaginario cinematográfico del miedo y lo fantástico. En este capítulo exploraremos ese mundo de monstruos que Méliès inventó, cómo los representó, qué significaban en su época y cuál ha sido su legado en la historia del cine.
Los monstruos en Méliès: un catálogo fantástico
Diablos y demonios
El primer film de terror de la historia se atribuye a Méliès: Le Manoir du Diable (1896), conocido en España como La mansión del diablo. En apenas tres minutos, se despliega un festival de trucajes: un murciélago se transforma en el demonio Mephistopheles, calderos hierven, esqueletos aparecen y desaparecen, y finalmente el diablo es expulsado por la cruz.
El cortometraje es clave porque reúne ya varios elementos esenciales: el poder del montaje para crear apariciones, la presencia del demonio como figura central del miedo y la idea de que el cine podía recrear un aquelarre en movimiento.
Otros títulos repitieron el motivo infernal:
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Le Diable au couvent (1899), donde el demonio se infiltra en un convento.
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Le Chaudron infernal (1903), con brujas arrojando víctimas a un caldero ardiente.
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Les Quatre Cents Farces du diable (1906), un mediometraje en el que Méliès despliega toda una galería de diablos traviesos.
En todos ellos, el diablo aparece más como figura carnavalesca que como amenaza real: salta, hace travesuras, asusta y desaparece. Pero el público de la época lo reconocía como símbolo del mal y disfrutaba viéndolo dominado o ridiculizado.
Esqueletos y fantasmas
Otro de los monstruos predilectos de Méliès fueron los esqueletos danzantes y los fantasmas. En Escamotage d’une dame (1896), una mujer se transforma en esqueleto antes de recuperar su forma. En Le Revenant (1903), un espectro aparece en una casa encantada para aterrorizar a los visitantes.
La iconografía del esqueleto, tan presente en el arte medieval europeo (las danzas macabras), revive aquí en clave cómica. Méliès utiliza esqueletos articulados, animados con cortes de montaje, para hacerlos saltar o perseguir a los vivos. El miedo se convierte en risa, pero la imagen del hueso animado inaugura un motivo que recorrerá todo el cine de terror.
Criaturas fantásticas y dragones
Méliès también filmó monstruos de leyenda. En Le Monstre (1903), una momia egipcia cobra vida en un truco de resurrección. En Le Dragon (1906), un dragón devora y escupe fuego en un espectáculo de pirotecnia.
Estos seres entroncan con la tradición de la ópera y el teatro popular, donde dragones y momias eran ya habituales. Lo novedoso era verlos en la pantalla, multiplicados gracias al montaje.
Viajes fantásticos y extraterrestres
Su obra más famosa, Le Voyage dans la Lune (1902), no solo es pionera de la ciencia ficción: también introduce a los selenitas, unos hombres-luna con aspecto insectoide que atacan a los exploradores terrícolas. Son uno de los primeros monstruos “alienígenas” del cine, derrotados a bastonazos y explotando en humo cuando son golpeados.
Aquí, el monstruo ya no es demoníaco ni espectral, sino extraterrestre. La imaginación de Méliès abre así la puerta a lo que más tarde será todo un género: el cine de invasiones y criaturas de otros planetas.
Brujas y aquelarres
El universo femenino de Méliès se asocia a menudo con brujas y magas. En La Caverne maudite (1898), aparece la primera representación cinematográfica de un aquelarre subterráneo, con espectros y apariciones. En Le Chaudron infernal, las brujas arrojan cuerpos al fuego.
Estas figuras, ligadas al folclore europeo, refuerzan el tono carnavalesco y gótico de su filmografía.
Producción y rodaje
Méliès filmaba en su estudio de cristal de Montreuil, un espacio con techos de vidrio que aprovechaba la luz solar como iluminación natural. Allí creó decorados pintados, maquetas y trampillas que permitían sus trucos.
Su gran innovación fueron los efectos de sustitución por corte: detener la cámara, cambiar un objeto y reanudar la filmación, dando la ilusión de que alguien desaparecía, se transformaba o explotaba. También usó sobreimpresiones, maquetas y pirotecnia.
El resultado eran pequeños espectáculos de magia filmada, donde los monstruos aparecían y desaparecían con un ritmo imposible en el teatro.
Análisis temático
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El monstruo como humor: más que asustar, los demonios y fantasmas de Méliès buscaban arrancar una risa cómplice.
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La magia del cine: cada aparición monstruosa era prueba del nuevo poder del cine para mostrar lo imposible.
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Del escenario al celuloide: Méliès trasladó los trucos de ilusionismo del teatro Robert-Houdin a la pantalla, multiplicando su impacto.
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Lo carnavalesco: los diablos y brujas no son terror puro, sino parte de un espíritu festivo, cercano al circo y al carnaval medieval.
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Primer bestiario del cine: esqueletos, demonios, dragones, extraterrestres… Méliès fundó las raíces de todas las criaturas que vendrían después.
Curiosidades
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Le Manoir du Diable (1896) se considera el primer film de terror de la historia.
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Muchos de sus cortos estuvieron perdidos durante décadas y se han recuperado gracias a coleccionistas y la Cinemathèque Française.
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El propio Méliès interpretaba a menudo a diablos y hechiceros en sus películas.
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Su ruina económica llegó en 1913, cuando Pathé se quedó con sus negativos. Acabó vendiendo juguetes en Montparnasse hasta que fue redescubierto en los años 20.
Catálogo de monstruos de Méliès (Selección)
Año | Título original | Criaturas / Monstruos | Notas |
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1896 | Le Manoir du Diable | Diablo, murciélago, esqueletos | Primer film de terror de la historia. |
1898 | La Caverne maudite | Brujas, fantasmas | Primer aquelarre filmado. |
1899 | Le Diable au couvent | Diablo, monjas poseídas | Crítica velada a la Iglesia. |
1902 | Le Voyage dans la Lune | Selenitas (extraterrestres) | Primer monstruo alienígena del cine. |
1903 | Le Monstre | Momia resucitada | Egiptología fantástica. |
1903 | Le Revenant | Fantasma | Casa encantada pionera. |
1903 | Le Chaudron infernal | Brujas, demonios | Espectáculo pirotécnico. |
1906 | Le Dragon | Dragón | Criatura de feria. |
1906 | Les Quatre Cents Farces du diable | Diablos múltiples | Gran despliegue de efectos. |
Legado de Méliès
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Segundo de Chomón, pionero español, continuó su estilo con cortos fantásticos y monstruos (ej.: El hotel eléctrico).
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El expresionismo alemán heredó la idea del cine como espacio para lo irreal: de El gabinete del Dr. Caligari a Nosferatu.
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La Universal en los años 30 dio forma a monstruos “serios”, pero todos beben de la iconografía de diablos, momias y fantasmas de Méliès.
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Directores como Terry Gilliam o Tim Burton han reivindicado su estética barroca y artesanal.
Bibliografía y fuentes
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Jacques Malthête y Laurent Mannoni: L’œuvre de Georges Méliès.
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Sadoul, Georges: Histoire générale du cinéma.
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Marie-Hélène Lehérissey (descendiente de Méliès), conferencias y entrevistas sobre la conservación de sus películas.
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Catálogo de la Cinémathèque Française.
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Restauraciones en DVD y Blu-ray: Georges Méliès: First Wizard of Cinema (Flicker Alley).
Conclusión
Los monstruos de Georges Méliès no pretendían aterrorizar, sino maravillar. Eran espectros risueños, diablos saltarines, dragones de feria. Y, sin embargo, en ellos se encuentra el origen de todo el cine fantástico y de terror posterior.
Méliès entendió que el cine podía mostrar lo que el ojo humano nunca había visto: transformaciones, apariciones, seres imposibles. Sus criaturas nacen de la magia y del teatro, pero se convierten en un primer bestiario cinematográfico, germen de Drácula, Frankenstein, los vampiros, los zombis y todos los monstruos que poblarían la gran pantalla.
En su mezcla de humor y horror, de carnaval y pesadilla, se revela la esencia del género fantástico: la capacidad del cine de hacer visible lo invisible.
Georges Méliès fue, en definitiva, el primer creador de monstruos del cine. Y aunque sus demonios no asusten hoy, sin ellos no existiría la genealogía del miedo en imágenes. En el contexto de tu blog, esta entrada funciona como prólogo histórico: todo empieza en Méliès, en esas figuras de humo y cartón que inauguraron la tradición del monstruo en la pantalla.