EL HOMBRE QUE RÍE (1928)

La tragedia detrás de una sonrisa

En 1928, Universal Pictures estrenaba una película que iba a quedar marcada como uno de los últimos grandes logros del cine mudo: El hombre que ríe. Adaptación de la novela de Victor Hugo, dirigida por el alemán Paul Leni y protagonizada por Conrad Veidt, se trataba de un drama histórico con tintes románticos, sociales y góticos.

La cinta es célebre no solo por la desgarradora interpretación de Veidt —cuyo rostro deformado en una sonrisa perpetua resultaba tan fascinante como perturbador—, sino también porque esa imagen inspiraría décadas más tarde a Bill Finger, Bob Kane y Jerry Robinson en la creación del Joker de Batman.

El hombre que ríe no fue un éxito masivo en su estreno, pero hoy es considerado un clásico mayor, una de las películas mudas más influyentes y un ejemplo de cómo el expresionismo alemán dejó huella en Hollywood.


Sinopsis

En la Inglaterra del siglo XVII, el noble Lord Clancharlie es ejecutado por oponerse al rey Jacobo II. Su hijo, Gwynplaine, es entregado a los “comprachicos”, mercaderes que deforman rostros infantiles para provocar espanto y lucrarse exhibiéndolos. A Gwynplaine lo mutilan quirúrgicamente, dejándole una sonrisa permanente y grotesca.

Abandonado a su suerte, Gwynplaine encuentra a una niña ciega, Dea, y ambos son recogidos por el filósofo y saltimbanqui Ursus, que los cría como si fueran su familia.

Años más tarde, Gwynplaine se convierte en un célebre actor ambulante, cuya sonrisa monstruosa atrae multitudes. Pese a ser admirado, vive marcado por la humillación y la compasión que inspira su rostro. Solo Dea, ciega y pura, lo ama sin prejuicios, viendo en él al hombre bondadoso que realmente es.

El destino da un giro cuando Gwynplaine descubre su linaje noble y es llevado a la corte. Allí, la Duquesa Josiana, fascinada por su deformidad, lo seduce, pero en el fondo lo desprecia. Finalmente, al ver que no tiene lugar entre la aristocracia, Gwynplaine rechaza la vida cortesana y vuelve con Dea. En una conclusión trágica, huye con ella y Ursus en barco, pero acosado por la desgracia, se lanza al mar, sellando su destino como héroe romántico condenado.


Universal y la ambición de Carl Laemmle

Universal, bajo el mando de Carl Laemmle, había cosechado prestigio con superproducciones mudas como El fantasma de la ópera (1925). Laemmle aspiraba a continuar con grandes adaptaciones literarias. Tras Victor Hugo (Notre Dame de Paris en 1923 con Lon Chaney), apostó por L’Homme qui rit.


Paul Leni y el expresionismo en Hollywood

El director Paul Leni, emigrado de Alemania, era ya un nombre importante por su El gabinete de las figuras de cera (1924). En Hollywood había rodado El legado tenebroso (1927), que consolidó su reputación. Su estilo, mezcla de expresionismo alemán y lirismo gótico, se plasma aquí en decorados, iluminación dramática y un uso intensivo del claroscuro.


Conrad Veidt, un rostro para la eternidad

El actor alemán Conrad Veidt ya era famoso por El gabinete del Dr. Caligari (1920), donde interpretó a Cesare, el sonámbulo. En El hombre que ríe alcanzó uno de sus mayores logros: soportar el maquillaje de Jack Pierce (futuro creador del Frankenstein de 1931), que fijaba en su rostro una sonrisa de pesadilla.


Lecturas y simbolismo

  • Crítica social: como en Victor Hugo, la historia denuncia las injusticias de la aristocracia y la hipocresía de los poderosos. Gwynplaine es noble de nacimiento, pero condenado por su deformidad a la marginación.

  • Metáfora del artista: su rostro deformado se convierte en espectáculo. La risa de las multitudes refleja la explotación de la diferencia como entretenimiento.

  • Romanticismo gótico: el amor entre Gwynplaine y Dea simboliza la pureza frente a la corrupción del mundo.

  • La máscara del dolor: la sonrisa eterna es un símbolo universal del sufrimiento oculto tras la apariencia.


Escenas clave

El niño abandonado
La secuencia inicial con el pequeño Gwynplaine vagando en la nieve, aterrado y deformado, es de una fuerza desgarradora que resume todo el film.

El encuentro con Dea
Cuando Gwynplaine encuentra a la niña ciega junto al cadáver de su madre, nace la relación que será el eje emocional de la historia.

El espectáculo popular
Gwynplaine, convertido en actor, se presenta ante multitudes que ríen de su desgracia. La secuencia tiene ecos de crítica al propio público cinematográfico.

La seducción de Josiana
La escena en que la duquesa se siente atraída por la monstruosidad de Gwynplaine añade ambigüedad erótica y morbosa, adelantándose a códigos más modernos.

El clímax final
El rechazo a la corte y el retorno desesperado a Dea culminan en la tragedia: Gwynplaine como héroe romántico condenado, incapaz de hallar lugar en el mundo.


Curiosidades

  • El maquillaje de Conrad Veidt, obra de Jack Pierce, fue tan innovador como doloroso: placas metálicas y gomas tensaban sus labios durante horas.

  • Aunque sonoramente aún muda, la película se estrenó con acompañamiento musical y algunos efectos sonoros en salas equipadas.

  • El propio Victor Hugo consideraba la novela como parte de su tríptico social (Los miserables, Nuestra Señora de París, El hombre que ríe).

  • El rostro de Gwynplaine fue citado por los creadores del Joker como inspiración directa para el personaje.


Legado e influencia

  • Aunque su recepción inicial fue tibia —el público prefería melodramas más ligeros en 1928—, el film se revalorizó con el tiempo como obra maestra del cine mudo.

  • Su estética influyó directamente en el ciclo de monstruos de la Universal de los años 30.

  • La figura de Gwynplaine se ha convertido en símbolo cultural de la risa trágica y de la frontera entre horror y compasión.

  • En 2012 se estrenó una versión musical en París, y en 2017 una adaptación francesa volvió a poner en escena el mito de Hugo.


El hombre que ríe es mucho más que una curiosidad histórica. Es un drama romántico y social que combina la épica de Victor Hugo con la estética expresionista alemana, filtrada por Hollywood. Conrad Veidt ofrece una de las interpretaciones más conmovedoras del cine mudo: un hombre condenado a reír para siempre mientras su alma se desgarra.

La película nos recuerda que, a menudo, lo monstruoso no está en las deformidades visibles, sino en la crueldad de una sociedad que se burla del dolor ajeno. En ese sentido, El hombre que ríe no solo anticipa al Joker, sino que se mantiene como un espejo inquietante de nuestra propia humanidad.


LA PELÍCULA EN IMÁGENES


















Ficha técnica

Título original: The Man Who Laughs
Título en español: El hombre que ríe
Año de estreno: 1928
País: Estados Unidos
Productora: Universal Pictures
Director: Paul Leni
Productor: Carl Laemmle
Guion: J. Grubb Alexander, Walter Anthony, Tom Reed, basada en la novela homónima de Victor Hugo (1869)
Fotografía: Gilbert Warrenton
Música original: Joseph Carl Breil (acompañamiento de época; versiones posteriores incluyen nuevas partituras)
Montaje: Edward L. Cahn
Duración: 110 minutos (aprox.)
Estreno: 27 de abril de 1928 (EE. UU.)

Reparto principal
Conrad Veidt – Gwynplaine
Mary Philbin – Dea
Olga Baclanova – Duquesa Josiana
Brandon Hurst – Barkilphedro
Sam De Grasse – Lord Clancharlie
George Siegmann – Ursus