ONIBABA (1964)
Sexo, violencia y demonios en los arrozales del Japón medieval
En 1964, el cine japonés vivía un momento de esplendor creativo en el terreno del cine de autor. Mientras Masaki Kobayashi estrenaba Kwaidan, con sus fantasmas de estilización pictórica, el director Kaneto Shindō llevaba al cine otra visión del terror japonés: más cruda, terrenal y brutal, con Onibaba (La mujer demonio).
Inspirada en una leyenda medieval sobre una máscara demoníaca que devora el rostro de quien la porta, la película trasciende el simple cuento de horror para convertirse en una metáfora sobre la miseria humana en tiempos de guerra, la violencia del deseo sexual y la delgada línea que separa lo humano de lo monstruoso.
Rodada en blanco y negro, con un estilo visual radical y una música experimental de Hikaru Hayashi, Onibaba combina tradición y modernidad: por un lado, la atmósfera folklórica de un Japón medieval devastado por las guerras; por otro, la modernidad del montaje, la fotografía y el subtexto erótico que escandalizó a los censores de la época.
Más de medio siglo después, sigue siendo una obra de referencia en el cine de terror japonés, y uno de los títulos que mejor ilustran la relación entre el horror y la condición humana.
Argumento
La historia se sitúa en el Japón del siglo XIV, en plena guerra civil. Dos mujeres —una suegra y su nuera— sobreviven en los arrozales matando a samuráis perdidos, robando sus pertenencias y arrojando sus cuerpos a un profundo pozo oculto entre la hierba alta.
La rutina de ambas se ve alterada cuando regresa Hachi, vecino que había ido a la guerra. La joven nuera comienza un romance con él, lo que despierta los celos y el deseo reprimido de la suegra. La tensión sexual y la rivalidad convierten la vida cotidiana en un campo de batalla invisible.
Un día, la suegra mata a un samurái que portaba una máscara demoníaca. Para separar a su nuera de Hachi, decide ponerse la máscara y hacerse pasar por un demonio, con la intención de aterrorizarla. Pero cuando intenta quitársela, descubre con horror que la máscara se ha adherido a su piel.
Al final, la suegra, desfigurada y desesperada, es perseguida por su nuera, quien la confunde con un verdadero demonio. La película cierra en un grito ambiguo: ¿la mujer se ha convertido en monstruo o siempre lo fue?
Producción y rodaje
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Director y guionista: Kaneto Shindō, cineasta comprometido con retratar los márgenes de la sociedad japonesa.
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Rodaje: realizado íntegramente en localizaciones naturales de arrozales cerca de Tokio. La hierba alta (susuki) es protagonista visual y metafórica.
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Fotografía: Kiyomi Kuroda crea imágenes contrastadas, con negros densos y un uso expresionista de la luz.
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Música: Hikaru Hayashi introduce percusiones agresivas y ritmos modernos, creando una tensión entre lo ancestral y lo contemporáneo.
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Presupuesto: bajo, con recursos mínimos. La atmósfera se consigue con ingenio visual y montaje.
Estilo visual y atmósfera
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La hierba como cárcel: los arrozales se convierten en un laberinto claustrofóbico. La cámara se mueve entre los tallos, envolviendo al espectador en esa trampa vegetal.
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Contrastes de luz y sombra: los cuerpos sudorosos brillan en la penumbra; los rostros se recortan en negros intensos.
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Erotismo y violencia: sexo filmado con crudeza, sin romanticismo, en paralelo a la brutalidad de los asesinatos.
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La máscara demoníaca: símbolo visual central, metáfora del castigo y del monstruo interior.
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Minimalismo escénico: pocos personajes, un solo escenario (el campo), que se convierte en un universo cerrado.
Personajes y actuaciones
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La suegra (Nobuko Otowa): mujer endurecida por la miseria, movida por el deseo y los celos. Su transformación en “demonio” es tanto física como moral.
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La nuera (Jitsuko Yoshimura): joven apasionada, atrapada entre la supervivencia y la atracción hacia Hachi. Su despertar sexual la enfrenta a la represión.
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Hachi (Kei Satō): vecino superviviente, encarna la tentación carnal y la irrupción del deseo en un mundo marcado por la muerte.
Temas y simbolismo
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Supervivencia y miseria: la guerra civil ha reducido a los personajes a la brutalidad de matar para comer.
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Sexo y poder: la sexualidad femenina, reprimida y demonizada, aparece aquí como motor narrativo.
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La máscara demoníaca: metáfora del castigo divino, pero también del rostro oculto de los deseos.
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Celos y maternidad frustrada: la suegra encarna la mujer desplazada por la juventud, convertida en monstruo por su envidia.
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El monstruo humano: más que un demonio externo, Onibaba muestra cómo el verdadero monstruo nace del interior de los hombres y mujeres.
Recepción crítica
En su estreno, Onibaba fue controvertida en Japón por su erotismo explícito y por su crudeza visual. En Occidente, en cambio, fue celebrada como obra de arte, proyectada en festivales y convertida en ejemplo del “nuevo cine japonés” que combinaba tradición y modernidad.
Críticos la situaron junto a Kwaidan como uno de los hitos del cine de terror japonés, aunque de estilo radicalmente distinto: si Kobayashi filmaba fantasmas poéticos, Shindō mostraba demonios carnales y humanos.
Hoy es considerada un clásico indiscutible, presente en las listas de las mejores películas de terror de todos los tiempos.
Legado e influencia
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Terror japonés moderno: la combinación de erotismo y horror influenció al pink horror y al cine erótico japonés de los 70.
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Máscaras demoníacas: inspiró a películas posteriores que usaron la iconografía del teatro Nō como elemento de terror.
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Cine de autor occidental: fue admirada por directores como Scorsese y Coppola, que la destacaron por su estilo visual.
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Puente entre géneros: es tanto una película de terror como un drama social y un estudio psicológico sobre la condición humana.
Curiosidades
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Nobuko Otowa, protagonista, era esposa del director Shindō y su musa recurrente.
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La leyenda de la máscara demoníaca tiene origen en relatos medievales budistas que advertían contra el deseo y los celos.
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La hierba usada en el rodaje se convirtió en un símbolo visual: Shindō obligó a su equipo a rodar bajo un calor extremo durante semanas.
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La máscara demoníaca usada en la película fue diseñada siguiendo modelos del teatro Nō.
Conclusión
Onibaba es una obra que desgarra por dentro. Kaneto Shindō convierte una leyenda folklórica en una exploración feroz de la condición humana, donde sexo, violencia y superstición se entrelazan hasta confundir lo humano con lo monstruoso.
Más que un simple cuento de miedo, es un retrato brutal de un mundo sin moral, donde la guerra ha reducido a los personajes a la animalidad, y donde los demonios no provienen de otro mundo, sino del interior de los hombres y las mujeres.
Su fuerza radica en el contraste: entre lo carnal y lo espiritual, entre el erotismo y la muerte, entre la realidad y el mito. A diferencia de la belleza pictórica de Kwaidan, aquí la hierba es cárcel, el deseo es condena y la máscara es la piel del monstruo que todos llevamos dentro. En los arrozales de Shindō, no hacen falta fantasmas: el demonio es el rostro humano deformado por el deseo y la desesperación.
LA PELÍCULA EN IMÁGENES
Ficha técnica
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Título en español: Onibaba (La mujer demonio)
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Título original: 鬼婆 (Onibaba)
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Año de estreno: 1964
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País: Japón
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Director y guion: Kaneto Shindō
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Fotografía: Kiyomi Kuroda
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Música: Hikaru Hayashi
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Duración: 103 min
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Producción: Kindai Eiga Kyokai
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Reparto principal:
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Nobuko Otowa (la suegra)
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Jitsuko Yoshimura (la nuera)
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Kei Satō (Hachi)
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